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5 de mayo de 2020

Semaforo. Manuel Vicent 1986. Amancio Prada


 Semáforo (la chica del Semáforo)
“Esa chica de azul que espera ahí enfrente en el semáforo, ¿quién será ?, ¿de dónde vendrá ?, ¿adónde irá con el bolso en bandolera? Parece vulgar. No sé nada de ella, aunque en otras circunstancias pudo haber sido quizá la mujer de mi vida. Por la calle, entre los dos, pasa un furgón de policía y el aire de la ciudad se rasga con sirenas de ambulancia. La chica será secretaria, enfermera, ama de casa, camarera o profesora. En el bolso llevará un lápiz de labios, un peine, pañuelos de papel, un bono de autobús, polvos para la nariz y una agenda con el teléfono de unos primos del pueblo, del algún amigo, de algún amante. ¿Cuántos amo res frustrados habrá tenido? Los anuncios de bebidas se licuan en la chapa de los automóviles. Hay un rumor de motores. La alcantarilla huele a flores negras. La joven me, ve desde la otra acera y probable mente también estará pensando algo de mí. Creerá que soy agente de seguros, un tipo calvo, muy maduro, con esposa y tantos hijos o que tengo un negocio de peletería, un llavero en el bolsillo, un ignora do carné de identidad, una úlcera de estómago y 2.500 pesetas en la cartera. Se oyen violentos chirridos de caucho, la tarde ya ha prendido las cornisas. El semáforo aún está en rojo. Si esa mujer y yo nos hubiéramos conocido en cierta ocasión tal vez nos habríamos besado, ama do, casado, odiado, gritado, reconciliado e incluso separado. Lleva un abrigo azul. Parece un poco frágil y vulgar. No sé nada de ella. Desde el otro bordillo la chica también me observa. ¿Qué estará imaginando? Que -soy un sujeto anodino, operado de apendicitis, con muchas letras de cambio firmadas para comprar un vídeo. Sin embargo, pude haber sido el hombre de su vida. Pude haberla lleva do a la sierra con una tortilla o a Benidorm con grandes toallas y un patito de goma. Finalmente huye el último coche y el semáforo se abre. Por el paso de peatones la chica avanza hacia mí y yo voy hacia ella. Los dos, al cruzarnos, sorbemos sesgadamente nuestro rostro anodino con una mirada y al llegar cada uno a la acera contraria ya para siempre nos hemos olvidado. En la ciudad se oyen sirenas de ambulancia».
Manuel Vicent. Columna Diario El País 1986


Podríamos preguntarnos, recordando a Bécquer ¿qué es poesía?, pero a menos que el amor nos muestre el rostro amado, es difícil que podamos responder
Ayer por la mañana tomando café (a los dos metros normativos, que quede claro que cumplimos normas que sino igual nos multan) me preguntaban dos compañeros que de donde sacaba los poemas con los que os doy la lata todos los días, simplemente de los discos que se empeñan en asomarse a mis oídos. Hoy ha saltado este disco de Amancio Prada, “Navegando la noche” de 1988, en el que Amancio Prada y Manuel Vicent dieron luz a un trabajo de un año intentando poetizar las columnas cotidianas de Manuel Vicent en el diario “El País” Un disco con nueve canciones, muy recomendables de escuchar. Se presentó en el Paraninfo de la Universidad de Málaga, en el ciclo “El poeta y la voz” subiendo ambos al escenario y combinando el relato y la canción
Obviamente no hay versiones (es lo que tienen las experiencias irrepetibles como una buena comida casera) pero os dejo con otro tema del disco la sexta canción titulada “Otoño” y dedicada a los amigos y familia del Hemisferio Sur, donde el Otoño avanza


Y esta es la letra, esta  vez la versión cantada
La última luz de septiembre
prende las lágrimas de los ciervos
antes de que la veda se levante.
Los cazadores limpian las escopetas
y en la ciudad los amantes
preparan su amor para la niebla.
Me duelen las heridas del cuerpo, mi vida, pronto cambiará el tiempo…
Pronto vendrá con la lluvia el ave fría buscando charcas templadas en el sur como lanzas en el cielo, y en los jardines el humo de páginas amarillas.
Me duelen las heridas del cuerpo, mi vida,
pronto cambiará el tiempo…
Teje su alfombra la muerte con hombres y animales, sin ninguna compasión.
Pero alguna cierva indemne quedará
lejos oculta en un matorral, temblando…
Me duelen las heridas del cuerpo, mi vida,
pronto cambiará el tiempo…
Nuevas hornadas de amantes salvan
sus caricias cuando la metralla
rubrica los cristales; y a mí,
que nada espero de la vida
septiembre iluminó un as de trébol
y esta canción.

Buen día y ahora que se puede comenzar a pasear podemos mirar que nos depara cada semáforo

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