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14 de septiembre de 2023

Nueve Haikus de Jorge Luis Borges, musicados por Julio Santillan


 

Nueve (de Diecisiete) Haikus

Algo me han dicho
La tarde y la montaña.
Ya lo he perdido.

En el desierto
acontece la aurora.
Alguien lo sabe.

La luna nueva
ella también la mira
desde otra puerta. 

 
Bajo la luna
la sombra que se alarga
es una sola.

La vasta noche
no es ahora otra cosa
que una fragancia.

Callan las cuerdas
la música sabía
lo que yo siento.

Lejos un trino.
el ruiseñor no sabe
que te consuela.

¿Es un imperio
esa luz que se apaga
o una luciérnaga?

Jorge Luis Borges. La Cifra (1981)

https://youtu.be/HSABmkiezPE


 

Tras sus viajes a Japon, Borges, publica 17 haikus en su libro La cifra. Borges se quedó prendado de la cultura japonesa, país que, según decía, era el último rincón civilizado del mundo. Nueve de esos haikus fueron musicados por Julio Santillan, en su disco Julio Santillan in New York del 2009, en el vídeo anterior los hemos podido escuchar con la voz de Sofia Tosello y el propio Julio Santillan

Por si os interesa conocer los 17 haykus (un hayku se compone de 17 sílabas, y su obra se compone de 17 haykus), os dejo con este vídeo que los incluye

https://youtu.be/_7bMSVna9WY



Buen jueves



12 de septiembre de 2023

La Luna , poema de Jorge Luis Borges , musicado por Julio Santillan


La Luna

Hay tanta soledad en ese oro.
La luna de las noches no es la luna
que vio el primer Adán. Los largos siglos
de la vigilia humana la han colmado
de antiguo llanto. Mírala. Es tu espejo

Jorge Luis Borges. La Moneda de Hierro (1976

https://youtu.be/tDYByQbvHY8



Jorge Luis Borges, escribió, al menos dos poemas, con el título "La Luna", el primero en el libro del que hablaba ayer ("El Hacedor") y este quinteto sencillo escrito años después. Este último poema ha sido musicado por el compositor argentino, residente en Nueva York, Julio Santillan, de esta bella manera. en su disco "El Bosque de la Memoria" (cuarto corte), la voz, siempre bella y reconocible es de la colombiana Marta Gómez

https://youtu.be/5PHxqfZSIhk



Acabo con el otro poema nominado "La Luna" del que os he hablado

Cuenta la historia que en aquel pasado
tiempo en que sucedieron tantas cosas
reales, imaginarias y dudosas,
un hombre concibió el desmesurado
 
proyecto de cifrar el universo
en un libro y con ímpetu infinito
erigió el alto y arduo manuscrito
y limó y declamó el último verso.
 
Gracias iba a rendir a la fortuna
cuando al alzar los ojos vio un bruñido
disco en el aire y comprendió, aturdido,
que se había olvidado de la luna.
 
La historia que he narrado aunque fingida,
bien puede figurar el maleficio
de cuantos ejercemos el oficio
de cambiar en palabras nuestra vida.
 
Siempre se pierde lo esencial. Es una
ley de toda palabra sobre el numen.
No la sabrá eludir este resumen
de mi largo comercio con la luna.
 
No sé dónde la vi por vez primera,
si en el cielo anterior de la doctrina
del griego o en la tarde que declina
sobre el patio del pozo y de la higuera.
 
Según se sabe, esta mudable vida
puede, entre tantas cosas, ser muy bella
y hubo así alguna tarde en que con ella
te miramos, oh luna compartida.
 
Más que las lunas de las noches puedo
recordar las del verso: la hechizada
Dragon moon que da horror a la halada
y la luna sangrienta de Quevedo.
 
De otra luna de sangre y de escarlata
habló Juan en su libro de feroces
prodigios y de júbilos atroces;
otras más claras lunas hay de plata.
 
Pitágoras con sangre (narra una
tradición) escribía en un espejo
y los hombres leían el reflejo
en aquel otro espejo que es la luna.
 
De hierro hay una selva donde mora
el alto lobo cuya extraña suerte
es derribar la luna y darle muerte
cuando enrojezca el mar la última aurora.
 
(Esto el Norte profético lo sabe
y tan bien que ese día los abiertos
mares del mundo infestará la nave
que se hace con las uñas de los muertos.)
 
Cuando, en Ginebra o Zürich, la fortuna
quiso que yo también fuera poeta,
me impuse. como todos, la secreta
obligación de definir la luna.
 
Con una suerte de estudiosa pena
agotaba modestas variaciones,
bajo el vivo temor de que Lugones
ya hubiera usado el ámbar o la arena,
 
De lejano marfil, de humo, de fría
nieve fueron las lunas que alumbraron
versos que ciertamente no lograron
el arduo honor de la tipografía.
 
Pensaba que el poeta es aquel hombre
que, como el rojo Adán del Paraíso,
impone a cada cosa su preciso
y verdadero y no sabido nombre,
 
Ariosto me enseñó que en la dudosa
luna moran los sueños, lo inasible,
el tiempo que se pierde, lo posible
o lo imposible, que es la misma cosa.
 
De la Diana triforme Apolodoro
me dejo divisar la sombra mágica;
Hugo me dio una hoz que era de oro,
y un irlandés, su negra luna trágica.
 
Y, mientras yo sondeaba aquella mina
ee las lunas de la mitología,
ahí estaba, a la vuelta de la esquina,
la luna celestial de cada día
 
Sé que entre todas las palabras, una
hay para recordarla o figurarla.
El secreto, a mi ver, está en usarla
con humildad. Es la palabra luna.
 
Ya no me atrevo a macular su pura
aparición con una imagen vana;
la veo indescifrable y cotidiana
y más allá de mi literatura.
 
Sé que la luna o la palabra luna
es una letra que fue creada para
la compleja escritura de esa rara
cosa que somos, numerosa y una.
 
Es uno de los símbolos que al hombre
da el hado o el azar para que un día
de exaltación gloriosa o de agonía
pueda escribir su verdadero nombre.

Jorge Luis Borges. El Hacedor (1960)

https://youtu.be/gBgokEpgrss


Buen martes