Se canta al mar 
Nada podrá apartar 
      de mi memoria
      La luz de aquella misteriosa 
      lámpara,
      Ni el resultado que en 
      mis ojos tuvo
      Ni la impresión que me 
      dejó en el alma.
      Todo lo puede el tiempo, 
      sin embargo
      Creo que ni la muerte 
      ha de borrarla.
      Voy a explicarme aquí, 
      si me permiten,
      Con el eco mejor de mi 
      garganta.
      Por aquel tiempo yo no 
      comprendía
      Francamente ni cómo me 
      llamaba,
      No había escrito aún 
      mi primer verso
      Ni derramado mi primera 
      lágrima;
      Era mi corazón ni más 
      ni menos
      Que el olvidado kiosko 
      de una plaza.
      Mas sucedió que cierta 
      vez mi padre
      Fue desterrado al sur, 
      a la lejana
      Isla de Chiloé donde 
      el invierno
      Es como una ciudad abandonada.
      Partí con él y sin pensar 
      llegamos
      A Puerto Montt una mañana 
      clara.
      Siempre había vivido 
      mi familia
      En el valle central o 
      en la montaña,
      De manera que nunca, 
      ni por pienso,
      Se conversó del mar en 
      nuestra casa.
      Sobre este punto yo sabía 
      apenas
      Lo que en la escuela 
      pública enseñaban
      Y una que otra cuestión 
      de contrabando
      De las cartas de amor 
      de mis hermanas.
      Descendimos del tren 
      entre banderas
      Y una solemne fiesta 
      de campanas
      Cuando mi padre me cogió 
      de un brazo
      Y volviendo los ojos 
      a la blanca,
      Libre y eterna espuma 
      que a lo lejos
      Hacia un país sin nombre 
      navegaba,
      Como quien reza una oración 
      me dijo
      Con voz que tengo en 
      el oído intacta:
      "Este es, muchacho, 
      el mar". El mar sereno,
      El mar que baña 
      de cristal la patria.
      No sé decir por qué, 
      pero es el caso
      Que una fuerza mayor 
      me llenó el alma
      Y sin medir, sin sospechar 
      siquiera,
      La magnitud real de mi 
      campaña,
      Eché a correr, sin orden 
      ni concierto,
      Como un desesperado hacia 
      la playa
      Y en un instante memorable 
      estuve
      Frente a ese gran señor 
      de las batallas.
      Entonces fue cuando extendí 
      los brazos
      Sobre el haz ondulante 
      de las aguas,
      Rígido el cuerpo, las 
      pupilas fijas,
      En la verdad sin fin 
      de la distancia,
      Sin que en mi ser 
      moviérase un cabello, 
      ¡Como la sombra azul 
      de las estatuas!
      Cuánto tiempo duró nuestro 
      saludo
      No podrían decirlo las 
      palabras.
      Sólo debo agregar que 
      en aquel día
      Nació en mi mente la 
      inquietud y el ansia
      De hacer en verso lo 
      que en ola y ola
      Dios a mi vista sin cesar 
      creaba.
      Desde ese entonces data 
      la ferviente
      Y abrasadora sed que 
      me arrebata:
      Es que, en verdad, desde 
      que existe el mundo,
      La voz del mar en mi 
      persona estaba.
Nicanor Parra. Poemas y Antipoemas 1954
Otro poema de la primera parte del segundo libro de Nicanor Parra, para acabar esta semana
En el verano del  2021, el pianista estadounidense de familia judía de origen ruso/polaco, Joshua Edelman, fundador de Jazz Cultural Theatre of Bilbao,
 espacio para la Enseñanza, Investigación y Difusión del Jazz,  publica su disco "Jazz for the Oceans", con doce temas en euskera, español e inglés que incluye como séptima pista esta versión del poema de  Nicanor Parra 
Una bella versión para despedir a Nicanor Parra  
 

