Una puerta abierta a la música, la poesía, las versiones y a la sonrisa, con muchas pinceladas de cine y bandas sonoras. En recuerdo y homenaje al antiguo microprograma "Fonocopias" de Radio Nacional de España Radio 5
Aquel café de barrio, destartalado y frío, testigo silencioso de nuestras confidencias, extremo de rigores, conjunto de inclemencias, que sólo caldeaban tu corazón y el mío.
Viejo café de barrio, adonde yo acudía, donde tú me esperabas con el alma impaciente, y cada vez, al verme, coronaba tu frente con un halo de luz la fugaz alegría.
Con nostálgico afán en vano te he buscado queriendo en tus vestigios revivir un pasado que inexorablemente para mí se ha perdido.
Nadie de ti sabía, todo estaba cambiado: tus muros, tu recinto, la sombra de Machado como un jirón de niebla han desaparecido.
Otro soneto de Pilar de Valderrama, recordando a su amado Antonio Machado. Juan Antonio Valderrama le puso música (fué el primer músico en grabar un poema musicado de Pilar de Valderrama) en el 2019, en su disco "Mujeres de Carne y Verso" (tercera pista)
Soy un alma desnuda en estos versos,
Alma desnuda que angustiada y sola
Va dejando sus pétalos dispersos.
Alma que puede ser una amapola,
Que puede ser un lirio, una violeta,
Un peñasco, una selva y una ola.
Alma que como el viento vaga inquieta
Y ruge cuando está sobre los mares,
Y duerme dulcemente en una grieta.
Alma que adora sobre sus altares,
Dioses que no se bajan a cegarla;
Alma que no conoce valladares.
Alma que fuera fácil dominarla
Con sólo un corazón que se partiera
Para en su sangre cálida regarla.
Alma que cuando está en la primavera
Dice al invierno que demora: vuelve,
Caiga tu nieve sobre la pradera.
Alma que cuando nieva se disuelve
En tristezas, clamando por las rosas
con que la primavera nos envuelve.
Alma que a ratos suelta mariposas
A campo abierto, sin fijar distancia,
Y les dice: libad sobre las cosas.
Alma que ha de morir de una fragancia
De un suspiro, de un verso en que se ruega,
Sin perder, a poderlo, su elegancia.
Alma que nada sabe y todo niega
Y negando lo bueno el bien propicia
Porque es negando como más se entrega.
Alma que suele haber como delicia
Palpar las almas, despreciar la huella,
Y sentir en la mano una caricia.
Alma que siempre disconforme de ella,
Como los vientos vaga, corre y gira;
Alma que sangra y sin cesar delira
Por ser el buque en marcha de la estrella.
Sigo con otro poema del mismo libro, pero si bien los de ayer y el lunes pertenecen a la parte primera del mismo "MOMENTOS HUMILDES, MOMENTOS AMOROSOS, MOMENTOS PASIONALES". El poema de hoy es el que abre el libro y en cierta forma nos informa de lo que nos vamos a encontrar en su lectura
En el 2019, Juan Valderrama, publica su disco "Mujeres de Carne y Verso", con esta versión
Un disco que me encantó en su momento, y que sigo escuchando cuando tengo un rato, y del que creo que he puesto ya la mitad de sus poemas.
Acabo con una versión que he encontrado en la web, que me parece contrasta muy bien con la de Juan Valderrama, se trata de César García-Rincón de Castro
Abre tus ojos anchos al asombro cada mañana nueva y acompasa en místico silencio tu latido porque un día comienza su voluta y nadie sabe nada de los días que se nos van y luego se deshacen en polvo y sombra. Nadie sabe nada.
Pisa la tierra, vierte la simiente, coge la flor y el fruto: sin palabras, pues nadie sabe nada de la tierra muda y fecunda que, en silencio, brota, y nadie sabe nada de las flores ni de los frutos ebrios de dulzura.
Mira la llamarada de los árboles, bebiéndose lo azul: contempla, toca la piedra inmóvil de alma intraducible y el agua sin contornos que camina por sus trazados cauces, ignorándolos. Sueña sobre ellos. Sueña. Sin decirlo. Pues nadie sabe nada de los árboles ni de la piedra ni del agua en fuga.
Mira las aves altas, desprendidas, limando el sol al golpe de sus alas; toma del aire el trino y el gorjeo, pero no quieras traducir su ritmo, pues nadie sabe nada de los pájaros.
Mira la estrella, vuela hacia su altura, toma su luz y enciéndete la frente, pero no inquieras su remoto arcano pues nadie sabe nada de la estrella.
Besa los labios y los ojos; goza la carne del amante sazonada secretamente para ti; acomete con decisión humilde la tarea del imperioso instinto: crece en ramas mas nada digas del tremendo rito pues nadie sabe nada de los besos, ni del amor ni del placer, ni entiende la ruda sacudida que nos pone al hijo concluido entre los brazos.
Clama sin grito, llora sin estruendo pues nadie sabe nada de las lágrimas.
Vete a hurtadillas. Con discreto paso. Traspasa quedamente la frontera. Pues nadie sabe nada de la muerte.
Angela Figuera Aymerich. Víspera
de la vida (1953)
Cerramos la semana dedicada a Angela Figuera Aymerich, es posible que proximamente se publiquen más poemas musicados.
Acabo con una versión de su poema más conocido, "No quiero" cantada por Juan Valderrama y Rozalen, subida por Juan Valderrama en el día de la poesía de 2021 (17 marzo 2021)
PS: Copio este texto de la autora escrito en 1965, y recogido del Blog del Maestro Fernando Lucini
«Todo lo que
puedo decir de mi poesía está en mi poesía. La escribí siempre aunque no
publiqué hasta 1948. Nunca me pregunté por qué o para qué la hacía.
Obedecía a un impulso esencial de origen desconocido que me llevaba al
intento de crear con la palabra aquella belleza que tanto me emocionaba
cuando la leía en los poetas a mi alcance. Una primera poesía imitativa,
vacilante, intimista y mala sin duda alguna. La vida misma, más
adelante, concretó y afinó mis temas: amor de mujer y de madre,
misterios del pensamiento, de la vida y la muerte, paisaje interpretado.
De pronto los tremendos golpes de nuestra guerra y la guerra mundial,
la intimidad feliz se desgarra, el suelo se hunde, los sueños se
quiebran, las perspectivas se transmutan y confunden entre la negrura
del humo y el rojo de la sangre. Entro en contacto con el odio, la
codicia, la destrucción, la injusticia, la muerte innumerable,
antinatural e ilícita. El hambre pisándonos los talones; el desprecio
hacia el hombre y hacia la libertad humana. Hay que vivir contra todo y a
pesar de todo en un mundo convulsivo y atroz. Vivir viviéndolo todo y
sufriéndolo todo con todos. Terminó la inmensa soledad del poeta. El
impuso primario de expresarse y crear belleza con la palabra es el
mismo. Las circunstancias no. Lo que he visto padecer, padeciéndolo, lo
que sigo viendo, me acucia con exigencia imperiosa. Tengo que gritar
contra ello y buscar algo que oponer al derrumbe. Crear belleza, pura,
inútil, y cruel en su exclusividad, ya no es bastante. Hay que hacer
algo más con la poesía, que es mi herramienta, como cualquier hombre
tiene que hacerlo con la herramienta de que disponga y pueda manejar,
para salvarnos y ayudarnos unos a otros. Mas, la poesía ¿servirá para
algo? Dice Bertrand Ruseell: "Todo hombre, puede servir para
perfeccionar el mundo". Intentémoslo, pues».
Hoy jueves un soneto de Juan Ramón Jiménez, un poema de amor de la serie de sonetos espirituales , concretamente en soleto número 15, que hemos oido recitado por el autor y que fué musicado por Santiago Valverde en el 2013 cantado por Juan Valderrama en el CD "La palabra y el tiempo" (tercer corte)
Manos que
sois de la Vida,
manos que sois del Ensueño;
que disteis toda belleza
que toda belleza os dieron;
tan vivas como dos almas,
tan blancas como de muerto,
tan suaves que se diría
acariciar un recuerdo;
vasos de los elixires
los filtros y los venenos;
¡manos que me disteis gloria
manos que me disteis miedo!
Con finos dedos tomasteis
la ardiente flor de mi cuerpo...
Manos que vais enjoyadas
del rubí de mi deseo,
la perla de mi tristeza,
y el diamante de mi beso:
¡llevad a la fosa misma
un pétalo de mi cuerpo!
Manos que sois de la Vida,
manos que sois del Ensueño.
. . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . .
¿En qué tela de llamas me envolvieron
las arañas de nieve de tus manos?
¡Red de tu alma y de tu carne, lía
mis alas y mis brazos!
Tú me llegaste de un país tan lejos
que a veces pienso si será soñado...
Venías a traerme mi destino,
tal vez desde el Olimpo, en esas manos;
y hoy que tu nave peregrina cruza
no sé que mar al soplo del Acaso,
ellas abren sin fin sobre mi vida,
como un cielo presente aunque lejano,
y de sus palmas armoniosas bajan
noches y días alhajados de astros,
o encapuzados de siniestras nubes
que me apuntan sus rayos...
Ellas me alzaron como un lirio roto
de mi tristeza como de un pantano;
me desvelaron de melancolías,
obturaron las venas de mi llanto,
las corolas de oro de mis lámparas
de insomnio deshojaron,
abrieron deslumbrantes los dormidos
capullos de mis astros,
y gráciles prendieron en mi pecho
la rosa del Encanto.
Mis alas embriagadas de pereza,
con dulzura balsámica peinaron,
les curaron las llagas de la tierra,
y apartando las puertas del Milagro,
con un gesto que hacía un horizonte
una vía de azur me señalaron...
Yo abrí los brazos al tender las alas...
¡quise volar... y desmayé en tus manos!
. . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
¿En qué tela de fuego me envolvieron
las arañas de nieve de tus manos?
¡Red de tu alma y de tu carne, lía
mis alas y mis brazos!
. . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
¡Manos que sois de la Vida,
manos que sois del Ensueño;
manos que me disteis gloria,
manos que me disteis miedo!
Llevad a la fosa misma
un pétalo de mi cuerpo...
-¿Contendrán esas manos divinas, invisible,
el doloroso signo de las supremas leyes?...
¡Yo creo que solemnes, dominarán al Tiempo!
¡y dulces, juraría que hechizan a la Muerte!-
. . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
¡Manos que sois de la Vida!
¡Manos que sois del Ensueño!
¡Manos que me disteis gloria!
¡Manos que me disteis miedo!
Delmira Agustini
fue una poeta uruguaya modernista (Montevideo 1886 a 1914) que escribió
bastantes poemas a pesar de su muerte prematura a manos de su exmarido, siendo
reconocida entre otros por Rubén Darío con quien mantuvo correspondencia. He
puesto la versión que aparece en el disco de Juan Valderrama “Mujeres de carne
y verso”, cantada por él junto a Carmen Linares
Delmira todavía
adolescente, asombró y escandalizó a la sociedad burguesa con unos libros
(El libro blanco, Cantos de la mañana, Los cálices vacíos) en
los que, saltando todas las barreras del pudor, se cantaba al amor en
sus más turbadores momentos. Por vez primera una mujer joven abría su
corazón con impúdica desenvoltura, y en su lenguaje audaz y sugestivo
sacaba a la luz sus íntimos sentires: anhelos sexuales, ansias frenéticas
de goces, concupiscencias larvadas.
“En esta pieza de alquiler fue citada por el hombre
que había sido su marido; y queriendo tenerla, queriendo quedársela, él la amó
y la mató, matándose él después.
Publican los
diarios uruguayos la foto del cuerpo que yace tumbado junto a la cama, Delmira
abatida por dos tiros de revólver, desnuda como sus poemas, las medias caídas,
toda desvestida de rojo:
-Vamos más
lejos en la noche, vamos…
Delmira
Agustini escribía en trance. Había cantado a las fiebres del amor sin pacatos
disimulos, y había sido condenada por quienes castigan en las mujeres lo que en
los hombres aplauden, porque la castidad es un deber femenino y el deseo, como
la razón, un privilegio masculino. En el Uruguay marchan las leyes por delante
de la gente, que todavía separa el alma del cuerpo como si fueran la Bella y la
Bestia. De modo que ante el cadáver de Delmira se derraman lágrimas y frases a
propósito de tan sensible pérdida de las letras nacionales, pero en el fondo
los dolientes suspiran con alivio: la muerta, muerta está, y más vale así.
Pero, ¿muerta
está? ¿No serán sombra de su voz y ecos de su cuerpo todos los amantes que en
las noches del mundo ardan? ¿No le harán un lugarcito en las noches del mundo
para que cante su boca desatada y dancen sus pies resplandecientes? “