Paz
Noche azul de los ángeles.
Alguno tiene entre su mano pura
la dulce mejoría de mi tránsito.
Una flecha pequeña,
la del día de paz sin nuevas músicas,
y el sueño de aquietados heliotropos,
sin fiebres ya, sobre la tierra dura.
Ronda de los espíritus arcanos.
Hay uno, en el umbral del cielo inmenso,
que en el vaso de nardo de sus manos
lleva el tesoro del eterno sueño.
En sólo un cauce dos ardientes ríos
en campo ya de los luceros fríos,
un solo ritmo y una sola muerte.
Me despido de Juana de Ibarbourou por un tiempo con otro poema de su primer libro
La pequeña llama
Yo siento por la luz un amor de salvaje.
Cada pequeña llama me encanta y sobrecoge;
¿No será, cada lumbre, un cáliz que recoge
El calor de las almas que pasan en su viaje?
Hay unas pequeñitas, azules, temblorosas,
Lo mismo que las almas taciturnas y buenas.
Hay otras casi blancas: fulgores de azucenas.
Hay otras casi rojas: espíritus de rosas.
Yo respeto y adoro la luz como si fuera
Una cosa que vive, que siente, que medita,
Un ser que nos contempla transformado en hoguera.
Así, cuando yo muera, he de ser a tu lado
Una pequeña llama de dulzura infinita
Para tus largas noches de amante desolado.
Juana de Ibarbourou Las Lenguas de diamante (1919)
Buen finde