Una puerta abierta a la música, la poesía, las versiones y a la sonrisa, con muchas pinceladas de cine y bandas sonoras. En recuerdo y homenaje al antiguo microprograma "Fonocopias" de Radio Nacional de España Radio 5
El poema con el que me despido de Don Antonio es para mí
uno de los más hermosos del poeta, ha sido musicado en varias ocasiones, aunque
no con el texto completo. La primera la realizó Alberto Córtez en 1968, era el
tema con el que se abría su disco “Poemas y Canciones 2”
Un joven Córtez, y fumando!, han pasado más de cincuenta
años!. LA siguiente versión la realiza otra alicantina, concretamente la
ilicitana Ana María Drack, en su disco de 1973 “Dime que no es verdad”
pero no se incluyó en los diez temas iniciales, pero se reeditó mas tarde en
una edición especial con seis nuevos temas, este era el décimo quinto y penúltimo
corte con el título “Poema Galante”, y su voz es inconfundible
Por último Paco Ibáñez, lo ha grabado en tres ocasiones,
la primera en 1990 en su disco “Por una canción”, con el título “Tus ojos me
recuerdan”, muy musical esta versión
En un mundo donde el insulto parece ser el pan nuestro de
cada día, no esta de más recordar estos insultos antiguos. Un bellaco sería “
un pícaro y marrullero, astuto y sagaz, desagradecido y traidor, que todo lo pone
al servicio de su ruín condición con tal de medrar”.
En el Quijote (capitulo XXV) escribía Don Miguel de
Cervantes “ ¡Oh hi de puta bellaco y cómo sóis desagradecido, que os véis
levantado del polvo de la tierra a ser señor de título y correspondéis a tan
buena obra con decir mal de quien os la hizo!”
La música es de Alberto Córtez de su disco “Mis Poetas”
de 1999, reeditado en 2011 (séptimo corte)
Y por último Sor Juana Inés de la Cruz unos pocos años
más tarde , pero también en el siglo XVII escribía en su Soneto XXXI
Inés, cuando te riñen por Bellaca,
para disculpas, no te falta Achaque
porque dices, que traque, y que Barraque
con que sabes muy bien tapar la Caca.
Si coges la palabra, no hay Urraca,
que así la gorja de mal año Saques
y con tronidos, más que un triqui Traque,
a todo el Mundo aturdes, cual Matraca.
Este bullicio todo lo Trabuca,
este embeleco todo lo Embeleca,
más, aunque eres (Inés) tan mala Cuca,
sabe mi amor muy bien lo que se Peca,
y así con tu afición no se Embabuca,
aunque eres Zancarrón, y yo de Meca.
Sor Juana Inés de la Cruz
Soneto XXXI
Acabo con una pequeña biografía de Sor Juana Ines de la
Cruz, realizada por el Canal 22 mexicano
En el "meeting" de la Humanidad
millones de hombres gritan lo mismo;
¡yo, yo, yo, yo, yo, yo!...
¡yo, yo, yo, yo, yo, yo!...
¡Cu, cu, cantaba la rana!
¡Cu, cu, debajo del agua!
¡Qué monótona es la rana humana!
¡Qué monótono es el hombre mono!
Y luego: a mí, para mí;
en mi opinión, a mi entender.
¡Mi, mi, mi, mi!
¡Y en francés hoy un "moi"!
¡Oh!, el "moi" francés, ¡ése sí que es grande!
"¡Monsieur le moi!"
La rana es mejor.
¡Cu, cu, cu, cu, cu!
Sólo los que aman saben decir ¡Tú!
Jacinto Benavente: Versos (1893)
Jacinto Benavente Martínez,
hijo del madrileño pediatra Mariano Benavente, es conocido sobre todo por su
faceta teatral llegando a premio Nobel de literatura, Menos conocida es su
faceta poética, con la que Jacinto Benavente se dio a conocer en el mundillo
literario con la publicación de su libro de poemas: Versos
Jacinto Benavente estudió Derecho, pero tras la muerte
temprana de su padre decidió dedicarse a la literatura y realiza una poesía pre-modernista,
por los azares del destino conoce y entabla amistad con el actor y empresario
teatral Emilio Mario lo que le abre la puerta de los teatros. Su vida fue
compleja, marcada por su homosexualidad, con la que tuvo que vencer censuras
tras la Guerra Civil, y seguir viviendo, pero eso es otra historia
El poema de hoy ha sido musicado en un par de ocasiones
que conozca, la primera que os pongo que no es la más reciente , es la que hace
Juan Gamero
La otra versión se debe al gran Alberto Cortez,
que no solo versiona el poema sino que complementa su texto, añadiendo este
texto al final del poema de Don Jacinto (justo después de la palabra Tú,
que es el nombre de la canción):
A ti: a la amiga de las flores,
De los perros vagabundos,
Que tienes fe en este mundo
A pesar de sus errores.
A ti: a la amiga de los locos
Como yo, que de la luna
Hacen toda su fortuna,
Aunque te parezca tan poco.
A ti te pertenecen los versos.
En ti se ha inspirado el poeta...
En ti, porque nominas las cosas,
Las espinas y las rosas
Y la luna... y la vida,
Con el verbo "amar".
A ti: que te sientes responsable
Del infeliz que se queja,
Porque lo encierra una reja
O porque vive en la calle.
A ti: que permaneces callada
Cuando estoy conmigo mismo
Y conoces mis abismos,
Como mis cumbres doradas.
Estoy seguro que a ti
Te pertenecen los versos,
A ti te pertenece el poeta.
A ti: porque nominas las cosas,
Las espinas y las rosas
Y la luna y la vida,
Con el verbo... "amar"
La primera grabación de este poco conocido tema fue en
1968 en su disco “Equipaje” (segundo corte)
Tengo miedo de mirar mi dolor.
No vaya a ser que me quede demasiado grande.
Prefiero calzar mi debe como una valentía de espuelas
e hincando mi pereza, que quisiera morir
cobardemente, andar con frente firme ante la
pampa yerma del dolor de los otros.
Sólo así quiero merecer.
Ricardo Güiraldes. La Porteña. 1921
Hoy 8 de octubre se cumplen 93 años del fallecimiento del
novelista y poeta argentino Ricardo Güiraldes, con 41 años de vida, su obra mas
conocida es Don Segundo Sombra, basada en sus experiencias de la Pampa. Ricardo
vivió una vida viajera, residió en Europa, Mexico y falleció finalmente en París.
Como no he encontrado sus poemas musicados he elegido esta canción de Facundo Cabral,
compuesta en 1970, tras encontrarse con Jorge Cafrune y añorar su tierra. "No soy de aquí, ni soy de allá"
Vuelvo con Don Ricardo, perdonar la digresión pero es que
esa canción me encanta. Ricardo Güiraldes incrementó su creación poética en los
últimos años, con los llamados “poemas místicos”, publicados de forma póstuma
en 1928, os dejo con uno
Infinito
Mi Dios bajo tu amparo escribo.
Por mi boca tan chica se empequeñece tu
amor por las cosas que están en ti sin disminuirte.
Tu palabra en mí se reduce, y yo de ti
me agrando.
Pobre cosa tuya sufro de sobrarme a mí
mismo y mi alma camina en la frase como un ciego lleno de luz.
Dame tu ley para que así crezca hasta
merecer nombrarte.
Ademas de la poesía y la novela Ricardo Güiraldes
escribió cuentos, casi todos recogidos en el libro “Cuentos de muerte y de
sangre,…” de 1915, con una buena edición publicada en 2006. He elegido uno de
esos cuentos; “El pozo” para despedir a este poeta, Al final os dejo el texto
íntegro por si tenéis curiosidad
Y como despedida musical he elegido otra canción de sobra
conocida, esta vez de Jorge Cafrune, que la graba por primera vez en su quinto
disco de 1964 (“Emoción, canto y guitarra”) y que le acompañó en sus
conciertos, incluso en el último de enero de 1978, donde la cantó a petición
del público a pesar de estar prohibida por la Junta Militar, y ser causa según
algunos del accidente que sufrió días después. Una canción que fue mítica en
España en los primeros años de la democracia, y que ahora persiste a pesar del
olvido, me refiero a “Zamba de mi esperanza”
Sobre el brocal desdentado del viejo pozo, una cruz de
palo roída por la carcoma miraba en el fondo su imagen simple. Toda una
historia trágica.
Hacía mucho tiempo, cuando fue recién herida la tierra y
pura el agua como sangre cristalina, un caminante sudoroso se sentó en el borde
de la piedra para descansar su cuerpo y refrescar la frente con el aliento que
subía del tranquilo redondel. Allí le sorprendieron el cansancio, la noche y el
sueno; su espalda resbaló al apoyo y el hombre se hundió golpeando blandamente
en las paredes hasta romper la quietud del disco puro.
Ni tiempo para dar un grito o retenerse en las salientes,
que le rechazaban brutalmente después del choque. Había rodado llevando consigo
algunos pelmazos de tierra pegajosa. Aturdido por el golpe, se debatió sin
rumbo en el estrecho cilindro líquido hasta encontrar la superficie. Sus dedos
espasmódicos, en el ansia agónica de sostenerse, horadaron el barro rojizo.
Luego quedó exánime, solo emergida la cabeza, todo el esfuerzo de su ser
concentrado en recuperar el ritmo perdido de su respiración.
Con su mano libre tante el cuerpo, en que el dolor nacía
con la vida. Miró hacia arriba: el mismo redondel de antes, más lejano, sin
embargo, y en cuyo centro la noche hacía nacer una estrella tímidamente.
Los ojos se hipnotizaron en la contemplación del astro
pequeño, que dejaba, hasta el fondo, caer su punto de luz. Unas voces pasaron
no lejos, desfiguradas, tenues; un frío le mordió del agua y gritó un grito
que, a fuerza de terror, se le quedó en la boca. Hizo un movimiento y el
líquido onduló en torno, denso como mercurio. Un pavor místico contrajo sus
músculos, e impelido por esa nueva y angustiosa fuerza, comenzó el ascenso,
arrastrándose a lo largo del estrecho tubo húmedo; unos dolores punzantes
abriéndole las carnes, mirando el fin siempre lejano como en las pesadillas.
Más de una vez, la tierra insegura cedió su peso,
crepitando abajo en lluvia fina; entonces suspendía su acción tendido de
terror, vacío el pecho, y esperaba inmóvil la vuelta de sus fuerzas.
Sin embargo un mundo insospechado de energías nacía en
cada paso; y como por impulso adquirido maquinalmente, mientras se sucedían las
impresiones de esperanza y desaliento, llegó al brocal, exhausto, incapaz de
saborear el fin de sus martirios. Allí quedaba, medio cuerpo de fuera, anulada
la voluntad por el cansancio, viendo delante suyo la forma de un aguaribay como
cosa irreal…
Alguien pasó ante su vista, algún paisano del lugar
seguramente, y el moribundo alcanzó a esbozar un llamado. Pero el movimiento de
auxilio que esperaba fue hostil. El gaucho, luego de santiguarse, resbalaba del
cinto su facón, cuya empuñadura, en cruz, tendió hacia el maldito. El infeliz
comprendió: hizo el último y sobrehumano esfuerzo para hablar; pero una enorme
piedra vino a golpearle en la frente, y aquella visión de infierno desapareció
como sorbida por la tierra.
Ahora todo el pago conoce el pozo maldito, y sobre su
brocal, desdentado por los años de abandono, una cruz de madera semipodrida
defiende a los cristianos contra las apariciones del malo.