Vine nada mas a decirte que te quiero
Vine, Martín, y no estás. Me he sentado en el peldaño de tu casa,recargada en tu puerta y pienso que en algún lugar de la ciudad, por una onda que cruza el aire, debes intuir que aquí estoy. Aquí estoy contra el muro de tu casa, así como estoy a veces contra el muro de tu espalda. Vine nada más a decirte que te quiero y como no estás te lo escribo. Ya casi no puedo escribírtelo porque ya se fue el sol y no sé bien a bien lo que te pongo. Ha caído la noche y ya casi no veo lo que estoy borroneando en la hoja rayada. Ya no percibo las letras. Allí donde no la entiendas, en los espacios blancos, en los huecos , pon: “Te quiero”..
Elena Poniatowska. El recado (extracto) . Obras Reunidas (2005)
Rosario Sansores Pren era considerada una gran “poetisa”, representante icónica del verso adornado y la educación sentimental. Y la descripción, lejos de hacerla sentir menos por ese sufijo diminutivo, le hubiera encantado, ya que ella siempre fue consciente de que el reino de “lo femenino”, los floripondios y los hueledenoches constituían su dominio. Como ella misma declaró alguna vez:
" Sí, sí, las gentes dicen que soy cursi. Imagínate si no voy a saberlo. Pero no me preocupa… Por lo contrario, me halaga. Las gentes que saben que soy cursi demuestran que me han leído, y eso es lo único que importa."
Las jóvenes que querían aprender el oficio de reporteras de sociales buscaban su aprobación e incluso terminaban imitándola, si no en los sombreros, sí en los manierismos literarios y en las descripciones abigarradas. Le ocurrió a su joven colaboradora en el periódico, Elena Poniatowska cuando, en una entrevista publicada la describe y no puede evitar la exageración:
"Va por la vida vestida de sinceridad, lleva un gran sombrero de amor por los demás y le brillan por todas partes joyas y moños de alegría, de esa alegría suya que va repartiendo en todas partes como si fuera confeti de felicidad."
La propia Rosario Sansores reaccionaba a frases como ésta con una voz que entremezclaba a la editora en jefe con la abuelita pudorosa: “Por amor de Dios, chiquita, no vayas a poner esto en la entrevista…”.
Aprovecho el hablar esta semana de la antigua "abuela" Rosario Sansores, para hablar de la actual "Abuela", Elena Poniatowska, de 92 años, premio Cervantes, y gran escritora, mexicana. Su prosa está llena de poesía, y como muestra os he puesto un extracto leído por la propia autora de su relato corto, "El recado". Una delicia
Os propongo leer o escuchar el relato íntegro, son seis minutos, pero es tan hermoso, que compensa el tiempo invertido. Copio el relato en el Blog, y un audio leído por la autora al final, se puede consultar también en la web de la revista Zenda https://www.zendalibros.com/recado-cuento-elena-poniatowska/
El recado
Vine, Martín, y no estás. Me he sentado en el peldaño de tu casa, recargada en tu puerta y pienso que en algún lugar de la ciudad, por una onda que cruza el aire, debes intuir que aquí estoy. Éste es tu pedacito de jardín; tu mimosa se inclina hacia afuera y los niños al pasar le arrancan las ramas más accesibles... En la tierra, sembradas alrededor del muro, muy rectilíneas, veo unas flores que tienen hojas como espadas . Son azul marino, muy serias. Esas flores parecen soldados. Son muy graves, muy honestas. Tú también eres un soldado. Marchas por la vida, uno, dos, uno, dos... Todo tu jardín es sólido; escomo tú; tiene una reciedumbre que inspira confianza.
Aquí estoy contra el muro de tu casa, así como estoy a veces contra el muro de tu espalda . El sol da también contra el vidrio de tu puerta, contra el vidrio de tus ventanas y poco a poco se debilita porque ya es tarde. El cielo enrojecido ha calentado su madreselva y su olor se vuelve aún más penetrante. Es el atardecer. El día va a decaer. Tu vecina pasa. No sé si me habrá visto. Va a regar su pedazo de jardín. Recuerdo que ella te trae una sopa de pasta cuando estás enfermo y que su hija te pone inyecciones... Pienso en ti muy despacito, muy despacito, como si te dibujara dentro de mí y quedaras allí grabado. Quisiera tener la certeza de que te voy a ver mañana y pasado mañana y siempre, en una cadena ininterrumpida de días, que podré mirarte lentamente aunque ya me sé cada rinconcito de tu rostro; que nada entre nosotros ha sido provisional o un accidente...
Estoy inclinada ante una hoja de papel y te escribo todo esto y pienso que ahora, en alguna cuadra donde camines, apresurado, decidido, como sueles hacerlo, en alguna de esas calles por donde te imagino siempre: Donceles o Cinco de Febrero o Venustiano Carranza ,en alguna de esas banquetas grises y monocordes rotas sólo por el remolino de la gente que va a tomar el camión , has de saber dentro de ti que te espero. Vine nada más a decirte que te quiero y como no estás te lo escribo. Ya casi no puedo escribírtelo porque ya se fue el sol y no sé bien a bien lo que te pongo. Afuera pasan más niños, corriendo. Y una señora con una olla llena de leche. No la distingo pero oigo que advierte irritada: “No me sacudas así la mano porque voy a tirar la leche...” Y dejo este lápiz, Martín, y dejo la hoja rayada y dejo que mis brazos cuelguen inútilmente a lo largo de mi cuerpo y te espero. Pienso que te hubiera querido abrazar. A veces quisiera ser más vieja porque la juventud lleva en sí la imperiosa, la implacable necesidad de relacionarlo todo con el amor...
Ladra un perro; ladra agresivamente. Creo que ya es hora de irme. Dentro de poco vendrá la vecina a prender la luz de tu casa; ella tiene llave y encenderá el foco de la recámara que da hacia afuera porque en esta colonia roban mucho, roban mucho. A los pobres les roban mucho; los pobres se roban entre sí... Sabes, desde mi infancia me he sentado así a esperar, siempre fui dócil, porque te esperaba. A veces junto a la ventana, hacía como que estaba leyendo pero en realidad, esperaba. Te esperaba a ti. Sé que todas las mujeres aguardan. Son capaces de cualquier sacrificio, de cualquier esfuerzo mientras aguardan. Aguardan la vida futura. Todas esas imágenes forjadas en la soledad, todo ese bosque que camina hacia ellas; toda esa inmensa promesa que es el hombre: una granada que de pronto se abre y muestra sus granos rojos, lustrosos; una granada como una boca pulposa de mil gajos... Más tarde, esas horas ya vividas en la imaginación hechas horas reales tendrán que cobrar peso y tamaño y crudeza. Todos estamos —¡oh mi amor!— tan llenos de retratos interiores, tan llenos de paisajes no vividos...
Ha caído la noche y ya casi no veo lo que estoy borroneando en la hoja rayada. Ya no percibo las letras. Allí donde no la entiendas, en los espacios blancos, en los huecos , pon: “Te quiero”... No sé si voy a echar esta hoja debajo de la puerta, no sé. Me has dado un tal respeto de ti mismo... Quizás ahora que me vaya, sólo pase a pedirle a la vecina que te dé el recado; que te diga que vine...
Elena Poniatowska. El recado . Obras Reunidas (2005)
Para añadir música a esta entrada, he elegido la canción/poema, Es Elena Poniatowska, escrita por Jesusa Rodríguez, y musicada por Liliana Felipe, dos referentes culturales latinoamericanas
Es Elena Poniatowska