Una puerta abierta a la música, la poesía, las versiones y a la sonrisa, con muchas pinceladas de cine y bandas sonoras. En recuerdo y homenaje al antiguo microprograma "Fonocopias" de Radio Nacional de España Radio 5
XXIII
Cuando me han visto solo y recostado
al borde del camino...
unos hombres
con trazas de mendigos
que cruzaban rebeldes y afanosos,
me han dicho:
Ven con nosotros,
peregrino.
Y otros hombres
con porte de patricios
que llevaban sus galas
intranquilos,
me han hablado
lo mismo:
Ven con nosotros,
peregrino.
Yo a todos
los he visto
perderse
allá, a lo lejos del camino...
y me he quedado solo,
sin despegar los labios, en mi sitio. León Felipe: Versos y oraciones del caminante (1920)
Salida para Lugo para comenzar la última parte del Camino de Santiago, y que mejor compañía poética que la del poeta peregrino León Felipe, como se definía el mismo.
Comienzo con este poema de su libro "Versos y Oraciones del Caminante", al que puso música en 1972, Aguaviva, en su disco "La casa de San Jamás" (duodécimo y último corte de la cara B del disco), con el título "La Canción del Peregrino"
Mi intención esta semana es mezclar poemas y canciones de peregrinos, y para empezar que mejor romance que el de Don Gaiferos, del siglo XIII. He elegido la versión del grupo Taracea
Cambio de guión, de un extremo a otro, mañana comienzo un nuevo peregrinaje, y deseaba comentar este libro y película que me ha encantado. El Libro de Rachel Joyce, se publica en España por Salamandra en el 2012, la película, titulada en castellano como "El viaje de Harold" de estrenó el pasado 25 de agosto.
La película me encantó y estoy pendiente de leerme el libro. Os dejo con el trailer
Una mañana cualquiera, mientras su mujer pasa el aspirador en el piso
de arriba, Harold Fry sale de casa para echar una carta al buzón.
Recién jubilado, Harold está lejos de imaginar que acaba de iniciar un
viaje a pie de un extremo a otro del país. No lleva calzado ni ropa
adecuada, ni siquiera un teléfono móvil, y mucho menos un mapa o una
brújula. ¿Para qué iba a llevarlos? Tan sólo va al buzón de la esquina
para responder a la misiva de Queenie Hennessy, una vieja amiga y
compañera de trabajo quien, tras un silencio de casi veinte años, acaba
de comunicarle que está ingresada en un hospital del norte a punto de
morir de cáncer. Sin embargo, cuando Harold se dispone a enviar la
carta, un impulso repentino lo conmina a llevar él mismo el mensaje a su
destinataria. Por una vez en su vida, Harold toma una decisión sin
pensar, pero su intuición le dice que su amiga Queenie hará algo
igualmente impensable y se curará.
Así comienza un largo
peregrinaje que dará un vuelco total a su existencia. Mediante el
sencillo acto de caminar, Harold emprende un viaje al encuentro de sí
mismo, un largo recorrido, duro y placentero a la vez.
Mañana iniciamos el viaje para comenzar a caminar, mas preparación, calzado adecuado, alojamientos previstos, pero viendo la película da envidia esa posibilidad de iniciar el camino ligero de equipaje, casi denudo como los hijos de la mar que diría el poeta
Para acabar estos dos días dedicados a Japón que mejor, que recordar este tema que aunque grabado por primera vez en 1961, no fue sino hasta un par de años más tarde que alcanzó un éxito mundial, logrando el número uno en las listas americanas (algo que sólo una canción en lengua no inglesa había logrado antes: Volare en 1958). Os dejo con un directo con la canción subtitulada y luego os cuento algo más de su historia
Parece una canción melódico amorosa, al uso, pero como cuenta Sara Mariana Benítez Sierra en su artículo de hace un par de años en la revista "Este País" de México: https://estepais.com/cultura/columnas-cultura/sukiyaki/, hay mucho más en relación con las relaciones entre USA y Japón tras la segunda guerra mundial, a principios de la década de los sesenta ante la opinión en contra de los jóvenes japoneses
Su difusión fuera de Japón se debe a que un productor de música inglés la escuchó durante un viaje a Japón en 1962 y pensó que podía ser un éxito musical, para lo que empezó cambiándole el nombre, por el de un plato de la cocina japonesa (una especie de estofado al vapor) que le había gustado en ese viaje, y cuyo nombre era exótico y fácil de recordar: Sukiyaki. Primero se realizó una versión instrumental, y ante la buena acogida, el sello Capitol, decide lanzar la versión original con Kyu Sakamoto, que se convierte en un gran éxito, con una canción de la que como ocurría en esa época, se hicieron múltiples versiones
De todas ellas yo elegiría una reciente, de la gran pianista japonesa, Hiromi con un gran quinteto en el día internacional del jazz del 2022, 30 de abril
Como creo que merece la pena leer el artículo de Sara Mariana Benítez Sierra, que comienza comentando sobre la serie "Selena" en Netflix, que trata sobre la vida de la icónica cantante mexicana, os dejo con su versión de 1989, que también grabó para el sello Capitol, pero con variación en la letra
Algo me han dicho
La tarde y la montaña.
Ya lo he perdido.
En el desierto
acontece la aurora.
Alguien lo sabe.
La luna nueva
ella también la mira desde otra puerta.
Bajo la luna
la sombra que se alarga
es una sola.
La vasta noche
no es ahora otra cosa
que una fragancia.
Callan las cuerdas
la música sabía
lo que yo siento.
Lejos un trino.
el ruiseñor no sabe
que te consuela.
¿Es un imperio
esa luz que se apaga
o una luciérnaga?
Tras sus viajes a Japon, Borges, publica 17 haikus en su libro La cifra. Borges se quedó prendado de la cultura japonesa, país que, según decía, era el último rincón civilizado del mundo. Nueve de esos haikus fueron musicados por Julio Santillan, en su disco Julio Santillan in New York del 2009, en el vídeo anterior los hemos podido escuchar con la voz de Sofia Tosello y el propio Julio Santillan
Por si os interesa conocer los 17 haykus (un hayku se compone de 17 sílabas, y su obra se compone de 17 haykus), os dejo con este vídeo que los incluye
Música del Japón. Avaramente De la clepsidra se desprenden gotas De lenta miel o de invisible oro Que en el tiempo repiten una trama Eterna y frágil, misteriosa y clara. Temo que cada una sea la última. Son un ayer que vuelve. ¿De qué templo, De qué leve jardín en la montaña, De qué vigilias ante un mar que ignoro, De qué pudor de la melancolía, De qué perdida y rescatada tarde, Llegan a mí, su porvenir remoto? No lo sabré. No importa. En esa música Yo soy. Yo quiero ser. Yo me desangro.
Acabar los poemas de Borges de esta semana con un acercamiento a su mundo japonés, para ello he elegido este poema que en el 2010, dió título al primer disco del argentino Pedro Aznar, que musicalizaba poemas de Jorge Luis Borges, en este caso acompañado por la gran voz de Mercedes Sosa
Acabo con otra versión con Norberto Brognini al piano y la voz de Maximiliano Baños con imágenes claramente japonesas
Hay tanta soledad en ese oro.
La luna de las noches no es la luna
que vio el primer Adán. Los largos siglos
de la vigilia humana la han colmado
de antiguo llanto. Mírala. Es tu espejo
Jorge Luis Borges, escribió, al menos dos poemas, con el título "La Luna", el primero en el libro del que hablaba ayer ("El Hacedor") y este quinteto sencillo escrito años después. Este último poema ha sido musicado por el compositor argentino, residente en Nueva York, Julio Santillan, de esta bella manera. en su disco "El Bosque de la Memoria" (cuarto corte), la voz, siempre bella y reconocible es de la colombiana Marta Gómez
Acabo con el otro poema nominado "La Luna" del que os he hablado
Cuenta la historia que en aquel pasado tiempo en que sucedieron tantas cosas reales, imaginarias y dudosas, un hombre concibió el desmesurado
proyecto de cifrar el universo en un libro y con ímpetu infinito erigió el alto y arduo manuscrito y limó y declamó el último verso.
Gracias iba a rendir a la fortuna cuando al alzar los ojos vio un bruñido disco en el aire y comprendió, aturdido, que se había olvidado de la luna.
La historia que he narrado aunque fingida, bien puede figurar el maleficio de cuantos ejercemos el oficio de cambiar en palabras nuestra vida.
Siempre se pierde lo esencial. Es una ley de toda palabra sobre el numen. No la sabrá eludir este resumen de mi largo comercio con la luna.
No sé dónde la vi por vez primera, si en el cielo anterior de la doctrina del griego o en la tarde que declina sobre el patio del pozo y de la higuera.
Según se sabe, esta mudable vida puede, entre tantas cosas, ser muy bella y hubo así alguna tarde en que con ella te miramos, oh luna compartida.
Más que las lunas de las noches puedo recordar las del verso: la hechizada Dragon moon que da horror a la halada y la luna sangrienta de Quevedo.
De otra luna de sangre y de escarlata habló Juan en su libro de feroces prodigios y de júbilos atroces; otras más claras lunas hay de plata.
Pitágoras con sangre (narra una tradición) escribía en un espejo y los hombres leían el reflejo en aquel otro espejo que es la luna.
De hierro hay una selva donde mora el alto lobo cuya extraña suerte es derribar la luna y darle muerte cuando enrojezca el mar la última aurora.
(Esto el Norte profético lo sabe y tan bien que ese día los abiertos mares del mundo infestará la nave que se hace con las uñas de los muertos.)
Cuando, en Ginebra o Zürich, la fortuna quiso que yo también fuera poeta, me impuse. como todos, la secreta obligación de definir la luna.
Con una suerte de estudiosa pena agotaba modestas variaciones, bajo el vivo temor de que Lugones ya hubiera usado el ámbar o la arena,
De lejano marfil, de humo, de fría nieve fueron las lunas que alumbraron versos que ciertamente no lograron el arduo honor de la tipografía.
Pensaba que el poeta es aquel hombre que, como el rojo Adán del Paraíso, impone a cada cosa su preciso y verdadero y no sabido nombre,
Ariosto me enseñó que en la dudosa luna moran los sueños, lo inasible, el tiempo que se pierde, lo posible o lo imposible, que es la misma cosa.
De la Diana triforme Apolodoro me dejo divisar la sombra mágica; Hugo me dio una hoz que era de oro, y un irlandés, su negra luna trágica.
Y, mientras yo sondeaba aquella mina ee las lunas de la mitología, ahí estaba, a la vuelta de la esquina, la luna celestial de cada día
Sé que entre todas las palabras, una hay para recordarla o figurarla. El secreto, a mi ver, está en usarla con humildad. Es la palabra luna.
Ya no me atrevo a macular su pura aparición con una imagen vana; la veo indescifrable y cotidiana y más allá de mi literatura.
Sé que la luna o la palabra luna es una letra que fue creada para la compleja escritura de esa rara cosa que somos, numerosa y una.
Es uno de los símbolos que al hombre da el hado o el azar para que un día de exaltación gloriosa o de agonía pueda escribir su verdadero nombre.