Una puerta abierta a la música, la poesía, las versiones y a la sonrisa, con muchas pinceladas de cine y bandas sonoras. En recuerdo y homenaje al antiguo microprograma "Fonocopias" de Radio Nacional de España Radio 5
en un anochecer de ruiseñores
con un puñal, con besos y contigo.
Quiero matar al único testigo
para el asesinato de mis flores
y convertir mi llanto y mis sudores
en eterno montón de duro trigo
Que no se acabe nunca la madeja
del te quiero me quieres, siempre ardida
con decrépito sol y luna vieja.
Que lo que no me des y no te pida
será para la muerte, que no deja
ni sombra por la carne estremecida. Federico García Lorca: Sonetos del amor oscuro (1981)
Sonetos del
amor oscuro, estuvieron sin publicar cuarenta y cinco años tras la muerte del
poeta, Versos en los que se reconoce su homosexualidad, que al parecer se tardó
en aceptar.
La primera
persona que musicó estos poemas fue Amancio Prada en 1986, en un disco
con el mismo título que la colección de poemas
Con ritmo rockero,
el grupo uruguayo “La Trampa” lo grabó en el 2005 en su disco “Laberinto”,
os dejo con un vídeo en directo (que bárbaro lo que da de sí la poesía de
Lorca)
Hay varias
versiones del trabajo de La Trampa, he elegido esta realizada creo que en
Montevideo por el dúo de chicas Liz Bohlmann & Luisa Pereira, una versión delicada
realizada sobre el 2011
Cruzamos el
charco para ir a Pamplona, para escuchar una versión realizada por la Big Band
del Conservatorio Superior de Música de Navarra dirigido por Iñaki Askunze,
y grabada sobre el 2016. Sorprende el cambio
La quise, sí,
pero fue un sueño
amarla en grado más que a la ginebra,
pues todo asunto tiene sus distancias,
su puro y cristalino vaso de locura.
La quise, si, y acabó pronto
en brazos de otro amante portuario,
más ágil que yo con la bebida,
más triste y quizá más renegado.
Qué habrá sido de ella, me pregunto.
A veces la imagino en una esquina
agitando el bolso igual que el alma,
borrándose el carmín con las farolas.
Soñará con necios millonarios
que aparquen el capó junto en su acera
y la lleven a rugir a alguna fiesta
donde nunca, nunca den las doce
Mercedes
Escolano es una joven poeta gaditana (Cádiz, 1964), autora de un gran poemario,
el poema anterior fue musicado por otro gaditano Juan Luis Pineda, y publicado
en su disco “Olla de Grillos” del 2002, y luego recopilado en uno de los discos
de la antología de la colección de “La palabra más tuya” de la SGAE (2006)
Sigo con otro
poema de Mercedes Escolano de su libro “Jardín Salvaje” del 2011, “Mujer con bata”
Acabo con
otro de sus poemas de su libro “Placeres y Mentiras” del 2019, Maleta con
Papeles
En medio del
desorden de mi vida
los poemas han ido cruzando como trenes.
Hoy solo queda el absurdo
de una estación vacía, el recuerdo de
breves pero intensos viajes.
He recorrido muchos andenes
en busca de un poema
que logre emocionarme y me seduzca,
un cruce de pasión e inteligencia.
No en vano han pasado los años.
No en vano han pasado los trenes.
Manos que
sois de la Vida,
manos que sois del Ensueño;
que disteis toda belleza
que toda belleza os dieron;
tan vivas como dos almas,
tan blancas como de muerto,
tan suaves que se diría
acariciar un recuerdo;
vasos de los elixires
los filtros y los venenos;
¡manos que me disteis gloria
manos que me disteis miedo!
Con finos dedos tomasteis
la ardiente flor de mi cuerpo...
Manos que vais enjoyadas
del rubí de mi deseo,
la perla de mi tristeza,
y el diamante de mi beso:
¡llevad a la fosa misma
un pétalo de mi cuerpo!
Manos que sois de la Vida,
manos que sois del Ensueño.
. . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . .
¿En qué tela de llamas me envolvieron
las arañas de nieve de tus manos?
¡Red de tu alma y de tu carne, lía
mis alas y mis brazos!
Tú me llegaste de un país tan lejos
que a veces pienso si será soñado...
Venías a traerme mi destino,
tal vez desde el Olimpo, en esas manos;
y hoy que tu nave peregrina cruza
no sé que mar al soplo del Acaso,
ellas abren sin fin sobre mi vida,
como un cielo presente aunque lejano,
y de sus palmas armoniosas bajan
noches y días alhajados de astros,
o encapuzados de siniestras nubes
que me apuntan sus rayos...
Ellas me alzaron como un lirio roto
de mi tristeza como de un pantano;
me desvelaron de melancolías,
obturaron las venas de mi llanto,
las corolas de oro de mis lámparas
de insomnio deshojaron,
abrieron deslumbrantes los dormidos
capullos de mis astros,
y gráciles prendieron en mi pecho
la rosa del Encanto.
Mis alas embriagadas de pereza,
con dulzura balsámica peinaron,
les curaron las llagas de la tierra,
y apartando las puertas del Milagro,
con un gesto que hacía un horizonte
una vía de azur me señalaron...
Yo abrí los brazos al tender las alas...
¡quise volar... y desmayé en tus manos!
. . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
¿En qué tela de fuego me envolvieron
las arañas de nieve de tus manos?
¡Red de tu alma y de tu carne, lía
mis alas y mis brazos!
. . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
¡Manos que sois de la Vida,
manos que sois del Ensueño;
manos que me disteis gloria,
manos que me disteis miedo!
Llevad a la fosa misma
un pétalo de mi cuerpo...
-¿Contendrán esas manos divinas, invisible,
el doloroso signo de las supremas leyes?...
¡Yo creo que solemnes, dominarán al Tiempo!
¡y dulces, juraría que hechizan a la Muerte!-
. . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
¡Manos que sois de la Vida!
¡Manos que sois del Ensueño!
¡Manos que me disteis gloria!
¡Manos que me disteis miedo!
Delmira Agustini
fue una poeta uruguaya modernista (Montevideo 1886 a 1914) que escribió
bastantes poemas a pesar de su muerte prematura a manos de su exmarido, siendo
reconocida entre otros por Rubén Darío con quien mantuvo correspondencia. He
puesto la versión que aparece en el disco de Juan Valderrama “Mujeres de carne
y verso”, cantada por él junto a Carmen Linares
Delmira todavía
adolescente, asombró y escandalizó a la sociedad burguesa con unos libros
(El libro blanco, Cantos de la mañana, Los cálices vacíos) en
los que, saltando todas las barreras del pudor, se cantaba al amor en
sus más turbadores momentos. Por vez primera una mujer joven abría su
corazón con impúdica desenvoltura, y en su lenguaje audaz y sugestivo
sacaba a la luz sus íntimos sentires: anhelos sexuales, ansias frenéticas
de goces, concupiscencias larvadas.
“En esta pieza de alquiler fue citada por el hombre
que había sido su marido; y queriendo tenerla, queriendo quedársela, él la amó
y la mató, matándose él después.
Publican los
diarios uruguayos la foto del cuerpo que yace tumbado junto a la cama, Delmira
abatida por dos tiros de revólver, desnuda como sus poemas, las medias caídas,
toda desvestida de rojo:
-Vamos más
lejos en la noche, vamos…
Delmira
Agustini escribía en trance. Había cantado a las fiebres del amor sin pacatos
disimulos, y había sido condenada por quienes castigan en las mujeres lo que en
los hombres aplauden, porque la castidad es un deber femenino y el deseo, como
la razón, un privilegio masculino. En el Uruguay marchan las leyes por delante
de la gente, que todavía separa el alma del cuerpo como si fueran la Bella y la
Bestia. De modo que ante el cadáver de Delmira se derraman lágrimas y frases a
propósito de tan sensible pérdida de las letras nacionales, pero en el fondo
los dolientes suspiran con alivio: la muerta, muerta está, y más vale así.
Pero, ¿muerta
está? ¿No serán sombra de su voz y ecos de su cuerpo todos los amantes que en
las noches del mundo ardan? ¿No le harán un lugarcito en las noches del mundo
para que cante su boca desatada y dancen sus pies resplandecientes? “