Una puerta abierta a la música, la poesía, las versiones y a la sonrisa, con muchas pinceladas de cine y bandas sonoras. En recuerdo y homenaje al antiguo microprograma "Fonocopias" de Radio Nacional de España Radio 5
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20 de junio de 2024
Nana para dormir a un niño en la montaña, José Antonio Labordeta. Ella
Nana para dormir a un niño en la montaña
Duérmete niño pequeño, duerme sobre la sierra que al alba vendrán los hombres que vuelven de la rivera.
Traerán higos y mangranas, pan blanco de harina blanca y vendrán con la alegría del hombre que vuelve a casa.
Duro ha sido este verano, dura su ausencia y trabajo, duró seguirá el otoño para quien no tenga tajo.
Duérmete lucero mío que ya se aproxima el día, quiera Dios que cuando crezcas, tu suerte no sea la mía.
Acabo la segunda semana de nanas, y me despido de ellas con este poema canción de José Antonio Labordeta. Labordeta fue antes escritor que cantautor, y publicó su primer libro de poemas antes que su primer disco. Esta nana que se grabó por primera vez en 1978, ha sido recogida en otros discos incluyendo antologías. La versión que os dejo es de 1978, de su disco "Que no amanece por nada", el segundo corte de la cara A, y su letra es un bello poema.
De su trabajo como poeta he rescatado este tema Ella, de su libro disco "Con la voz a cuestas" de 1982
Ella
La oigo trajinar en la cocina. Canta, cuando su mano tomo cantamos todos, una vieja canción casi olvidada.
Hace ya tiempo que su voz me suena a cotidiano, como el agua, la guerra, y las calizas grises de mi tierra.
Suena a viento y a espuma y me repite las gracias primitivas de mi hija, hace poco nació y ya camina. Hablamos de la paz, del diario quehacer, día a día cumplimos la jornada, y vemos, en silencio, derrumbarse la tarde en la ventana.
En la mesa camilla, humeante la sopa, escuchamos el parte de noticias: Siempre hay alguien que ha muerto, un ser es importante, entre balas y golpes y lágrimas que nada podrán contra la ausencia.
Se apagan las ventanas. Los vientos se detienen. Alguien pasa al fondo de la calle, camino de su casa. Duerme mi hija, la eternidad se hizo para ella, con las manos abiertas, en franca confianza.
Hablamos en susurro, mientras hace labor, de cosas conocidas, como el tiempo, la paz y estas tierras carmín, que nos cobijan, Teruel tiene la sangre a flor de arena.
Al descender la luz se hace el silencio y fuera queda el mundo al descubierto.
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